jueves, 19 de julio de 2012

Acerca de la culpa

“La culpa auténtica se puede aliviar con la confesión, el arrepentimiento, la reparación y el perdón. La culpa neurótica se puede aliviar explorando la base introyectada del código infringido, llevando al darse cuenta el resentimiento y la rabia, deshaciendo las proyecciones, movilizando un canal para que la agresión se exprese hacia el ambiente y permitiendo la aparición de un código basado en la auto-regulación organísmica.”

(Yontef, 1995: 463
Las emociones no son sólo algo abstracto, son energía que se materializa en nuestro interior y ocupa un espacio real. Si me congestiono con mis propios sentimientos, mi organismo no tiene lugar para nada más a menos que digiera lo que estoy sintiendo y lo exprese hacia el exterior de diferentes maneras como llorando, gritando, riendo, empujando o golpeando.
No es suficiente reconocer las emociones y los sentimientos sólo a un nivel racional, necesitamos darnos el permiso de sentirlos y manifestarlos y de compartirlos con otros, en especial en relación con aquel o aquellos que estamos sintiendo eso que sentimos. Reconocer nuestra vulnerabilidad, nos vuelve hermosos, nos convierte en personas reales y no en objetos programados.
Nuestro juez interior trata de impedir que expresemos y reconozcamos estos sentimientos provocando con ello una gran ansiedad y también conductas obsesivas. Antes de que el sujeto se haga consciente de ellos, los censura y trata de anularlos. Las personas obsesivas suelen tener unas normas muy rígidas, un "perro de arriba" o juez interior tremendamente culpabilizador que interviene activamente para reprimir cualquier conducta que pueda transgredir la norma introyectada.
 
Un acto obsesivo y un sueño recurrente tienen en común que ambos implican asuntos pendientes por resolver. Ambos indican que el soñante o el obsesivo tienen que resolver algo y no quieren aceptarlo.