La rabia tiene como función preparar el
organismo, aumentando el vigor, la fuerza, la resistencia y otros recursos,
movilizándolo para la autodefensa o para la eliminación de obstáculos para
conseguir sus metas. Como respuesta instintiva, la rabia se da ante estímulos
que interpretamos como amenazantes para nuestra integridad psíquica o física, o
que impiden la satisfacción de una necesidad.
La amígdala, centinela emocional del
organismo, actúa como almacén de memoria de experiencias emocionales arcaicas y
tiene un papel esencial en las respuestas de rabia, interpretando y
reconociendo estímulos del ambiente, y activando reacciones corporales que
preparan al organismo para la huida o la lucha.
En etapas tempranas del desarrollo, el
tipo de conexión con la experiencia de la emoción de rabia que irá
estableciendo el bebé, se verá determinada por el tipo de vínculo
que mantenga con su figura principal de apego. La capacidad de
autorregulación emocional se desarrolla cuando el bebé experimenta sintonía
afectiva con la figura de apego y sus reacciones de rabia son regularmente
precedidas de respuesta de consuelo proveniente de la figura de apego. El bebé
aprende que la sensación desagradable da paso a otra agradable y que a través
del contacto protector de la figura de apego, la frustración, la rabia y la
ansiedad darán paso a la calma y el bienestar.
La rabia es necesaria para discriminar y reorganizar
los elementos necesarios, rechazando aquellos que no lo son.
En la infancia, el bebé pasa de un estado
fusional con la madre a otro en el que poco a poco va configurando su yo. Uno
de los recursos básicos utilizados por el organismo para llevar a cabo el desarrollo
de esta función es la rabia junto con otros recursos como la huida, parálisis,
sumisión, alegría, tristeza, miedo, etc…
Según el ambiente en el que crezca el
niño la rabia puede ser inhibida o
utilizada en exceso y en forma disfuncional.
Si la persona vive experiencias
continuadas de censura, desaprobación, prohibición o amenaza hacia la expresión
de su rabia, surgirán emociones de vergüenza o miedo hacia ese polo, que
impulsarán la formación de una frontera rígida entre las partes aceptadas y las
partes rechazadas de la personalidad.
Un organismo que se ha visto desposeído
de la función rabia tendrá dificultades para evitar aquellos elementos que sean
amenazantes para la autoconservación física o psíquica. Un estancamiento
patológico de la personalidad. Si la respuesta precisamos en un momento dado nuestro es la rabia, quedará reprimida y sustituída por amabilidad,
parálisis, sumisión....y surgirá la autocrítica, vergüenza, tristeza, autoagresión u otros mecanismos de interrupción del contacto interno con esta
emoción cuando ésta intente manifestarse.
La no aceptación de la función rabia
lleva a una situación de hostilidad interna entre las partes idealizadas de la
persona que prohíben y amenazan de forma autoritaria, y las partes instintivas
que exageran, manipulan, usan el victimismo de forma hábil y astuta.
Es así como, el sentimiento de sentirnos
amenazados se transforma en autoagresión, el deseo de controlar al mundo se
convierte en autocontrol, el deseo de criticar al otro se convierte en
autocrítica, etc…
Otras formas de manifestación de este
conflicto son algunas formas de depresión y la cronificación del estado de
preocupación. En el caso de la depresión,
el esfuerzo mantenido por la persona para reprimir la rabia emergente más la
rabia vuelta sobre la propia persona, se manifiesta finalmente como
depresión. O tal vez experimente una sensación
de parálisis que origine la aparición del estado
de preocupación: deja de ocuparse de cambiar las situaciones para
constantemente pre-ocuparse sin hacer nada por buscar soluciones.
Esto ocasiona con frecuencia graves dificultades
para distinguir los límites en las relaciones. En las relaciones amorosas,
vivirá los límites del otro como vacío interior angustioso, que a su vez pondrá
en marcha la función rabia de forma inconsciente. La consecuencia de este
proceso es que la persona sentirá rabia hacia la persona de la que depende,
manifestándose en enfado, crítica, culpabilización, exigencia, amenaza, etc…
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